MEXICO

Mi cuñado es alcohólico y al parecer, también es drogadicto. Mi marido también lo fue. Durante una pelea que tuvimos cuando éramos novios, me confesó que inhalaba cocaína y de vez en cuando fumaba marihuana. Me dolió saberlo, pero más me dolió no haberme dado cuenta de que esto sucedía. Hablamos muchas veces y él prometió dejar de drogarse. También prometió dejar el alcohol, pues decía "que uno te llevaba al otro". Confié en su palabra y después de 3 años de noviazgo, nos casamos.

En mi familia el alcohol no es indispensable para las fiestas. En raras ocasiones he visto a mi papá prepararse una paloma y mi mamá lo más que toma, es rompope.

Mientras que en la familia de mi esposo, toman alcohol como agua o refresco. No importa la hora, siempre es un buen momento para hacerlo. A todos los he visto alcoholizados alguna vez, a su abuelo, a su mamá, a sus hermanos y a sus primas. De hecho, cualquier reunión que esté en puerta, es motivo de una buena borrachera.

Recuerdo que mi esposo dejó de beber un tiempo, durante un año no probó gota de alcohol, en ese entonces su familia no nos bajaba de "aguados". Yo era "la mujer controladora que nunca lo dejaba ser". Comentarios como "te pega tu mujer" y otros por el estilo, eran comunes cuando íbamos a alguna fiesta a su casa.

Para ellos, tomar en exceso y de manera frecuente es algo común, no piensan que es una enfermedad, ni mucho menos una adicción. Hace un año escuché a mi suegro (borracho), llorar y decir que creía que Iván, mi cuñado, andaba en cuestiones de droga y que estaba muy preocupado porque su hijo ya no controlaba su manera de beber. Era una preocupación que embargaba a la familia, todos le pedían que dejara de tomar, incluso le recomendaron internarse en una clínica, pero eso sí, ningún de los demás miembros de la familia estaba dispuesto a dejar de consumir alcohol.

Un sábado, como a las 12:00 a.m, fui a casa de los tíos de mi esposo. Me ofrecieron "un tequilita" y comprendí que ellos ya llevaban un rato saciando "el antojito" del día. Marcia, la prima de mi esposo, ya llevaba varios caballitos. Su hija, Nayeli, de 11 años, estaba ahí, sentada en la mesa de la cocina, viendo beber a su mamá como algo normal - las adicciones son reforzadas por los hábitos familiares- pensé.

El Dr. J. Eduardo Guzmán Villanueva comenta que "el sistema familiar del adicto es afectado, por lo que se emplea el término de familia adicta (refiriéndonos específicamente a la familia donde encontramos un elemento con la enfermedad del alcoholismo o la fármaco dependencia)". A esto, el Dr. Munich, especialista en adicciones, agrega: "es una familia psicosomática, la cual parece funcionar óptimamente cuando alguno de sus miembros se encuentra enfermo. Así, el sistema familiar del adicto establece un estilo de vida que permite que la enfermedad continúe de generación en generación".

Dicen que cuando te casas, también te casas con la familia. Para mí no es fácil saber que la familia de mi esposo es adicta. Mucho menos es fácil pensar que "esa familia", también será la de mis hijos. Lo más importante para mí, ha sido reconocer que este patrón sí puede romperse y que esta ruptura empieza al reconocer con honestidad que actuamos como cómplices, para así dejar de serlo. Aceptar que las adicciones no son un problema de conducta familiar, sino una enfermedad sobre la cual hay que adquirir responsabilidad, con la finalidad de evitar que las nuevas generaciones también la adquieran, es una manera de romper el círculo vicioso.

Estoy convencida, que con el compromiso que tengo con mi esposo para alejar a nuestros hijos del consumo del alcohol y de cualquier otro tipo de sustancias adictivas, podemos ser una familia plena, responsable, sin lugar a dudas, podemos alzar nuestra voz para poner un alto a la tradición familiar sobre las adicciones.