Fútbol y alcohol: una dupla que no celebra

José Manuel Moreno es, para muchos, el mejor jugador extranjero que ha actuado en un club chileno. En 1949, precedido de la gloria alcanzada en River Plate -en donde fue conocido como "La Máquina"- y en la selección trasandina, llegó a Universidad Católica para darle a los cruzados su primer título nacional. Fue una figuraza, pese a que su estadía fue breve...y plagada de anécdotas relacionadas con su afición a la vida nocturna, al baile y al alcohol.

"Curado juego mejor", juran haberle escuchado algunos ex compañeros que, con ello, han intentado explicar a través de los años por qué Moreno no llegó al sitial de Distéfano o del propio Maradona, teniendo las condiciones futbolísticas para, al menos, haberlo intentado.

La historia de "El Charro" no fue la primera ni tampoco la última que en el balompié chileno -y mundial (ver galería)- en que fútbol y alcohol se han entrelazado. "Como en cualquier segmento de la sociedad criolla", como apunta el sicólogo clínico Sergio Villarroel, "la bebida ha estado permanentemente ligada a los jugadores de fútbol. Y eso revela que el abuso de alcohol es un problema social. El punto es que cuando un futbolista tiene problemas con la bebida, se estigmatiza a todos los jugadores sin considerar que sólo una mínima parte de ellos tiene o ha tenido el problema".

Villarroel, quien trabaja en el área formativa de Universidad Católica, reconoce que estadísticamente no está claro si los futbolistas nacionales hoy tienen mayores problemas con el alcohol que años atrás. "Lo que sí parece evidente es que los más jóvenes están en mayor riesgo de caer en el problema. Y es lógico porque beber alcohol, así como consumir algún tipo de sustancia, está ligado a la seducción de experimentar. Además, el acceso es fácil, por lo que no es extraño que sea alta la probabilidad de que alguna vez un joven tenga la experiencia de beber en exceso", apunta Villarroel que, por su labor en las divisiones menores de la UC fue uno de los que tomó el caso de Gary Medel luego de que hace un año sufriera un accidente de tránsito en estado de ebriedad.

Psictrópicos, no dopaje.

En el fútbol chileno abundan las historias -no confirmadas- de futbolistas que llegan a los entrenamientos con los efectos vivos de una noche de copas.

Públicamente aquellos episodios no se revelan para impedir la polémica, aunque se sabe que internamente varios terminan castigados o derechamente fuera de los planteles.

"Tampoco existe exposición externa del problema simplemente porque, en el fútbol, el alcohol no es considerado dopaje como sí lo es en el automovilismo o en el tiro al vuelo", apunta Manfred Schmuk, miembro de la Comisión Antidopaje del Comité Olímpico de Chile (COCh). "Obviamente, el alcohol no produce en los futbolistas un mejor rendimiento, sino que al contrario, por lo que tampoco se justificaría que sea incluido en las sustancias prohibidas. Pero no hay que perder la visión de que sí es una sustancia adictiva y que, por tanto, debería ser tratada su adicción a través del control en los clubes quizás con exámenes de sangre o derechamente aplicando pruebas de alcotest en los días de entrenamiento".

El problema mayor, como indica Schmuk y reafirma Sergio Villarroel, es que más allá de los apoyos que deben dar las instituciones, tiene que existir también una conciencia personal del futbolista -y de su entorno- de que el alcohol atenta contra la proyección en sus carreras. Y eso debe reflejarse en la correcta disposición a no salirse nunca de los parámetros como sí ha acontecido en el caso de Medel, o de Pedro González o Paolo Vivar quienes alguna vez tuvieron accidentes por efecto del alcohol en exceso en sus días libres.

"En la Católica vemos el tema de manera integral y hacemos participar a la familia y a los amigos del futbolista en talleres de apoyo", señala Sergio Villarroel. "Ello apunta precisamente a darle responsabilidades al entorno para que ayude al futbolista a que tome conciencia de que excederse en el alcohol es lo mismo que autodestruirse".

Pese a que es considerada una sustancia adictiva de tipo social, el alcohol no constituye dopaje en el fútbol.

En octubre de 2007, el seleccionado Gary Medel chocó bajo los efectos del alcohol.

Sólo "sanciones internas" reciben jugadores que llegan ebrios a los entrenamientos.

Muchos quedaron en el camino

El alcohol ha estado presente desde los inicios del fútbol chileno. Es cosa de repasar la historia: tras su magra participación en el Sudamericano de Brasil en 1922, y en el tren de regreso desde Argentina, "al calor de unas copas" se trenzaron a golpes el jugador Enrique Abello y el DT de la selección, el uruguayo Juan Carlo Bertone. Supuestamente, Abello habría increpado al entrenador por su origen "charrúa". Asunto de ebrios.

En 1957, en tanto, en el Sudamericano de Perú, los jugadores seleccionados llegaron todos los días pasadas las dos de la madrugada al hotel de concentración, y en varias ocasiones pasados de copas. ¿Resultado? Pésima actuación y castigo para el arquero Misael Escuti, sindicado como uno de los más "alegres".

En los años 60, en tanto, cuando Fernando Riera armaba el plantel que jugaría en el Mundial de Chile, intentó convencer al excelente Enrique Cua Cuá Hormazábal de dejar su vida de excesos, que incluía el alcohol, para jugar por el equipo nacional. Hormazábal no quiso comprometerse. Y no estuvo en la Copa del Mundo.

En los 70, el caso más conocido fue el de Luis Araneda, apodado el "Tanque". Jugó en Lota y luego pasó a Colo Colo, donde sus grandes actuaciones incluso lo llevaron a la selección. Pero se fue en picada. Su estado de ebriedad muchas veces le impidió siquiera llegar a los entrenamientos. Se fue a Everton, pero nunca pudo consolidarse.

Algo parecido pasó con el delantero Sandrino Castec. El "Bombardero Azul" estaba en la cima en 1980, tanto en su club como en la selección nacional. Parecía ser "número puesto" para las eliminatorias para el Mundial de España. Pero su adicción le provocó accidentes y largas ausencias que terminaron por alejarlo de la U y de la Roja.

Los mismo pasó con su compañero Orlando Mondaca, quien reconoció que en esa misma época tuvo problemas con la bebida y las drogas.

El drama que vivió Cristián Flores, en tanto, fue peor. Incluso tuvo que operarse. "Me abrieron la guata y ni le cuento lo que me hicieron", contó en una entrevista. Todo por el alcohol en exceso. Su receta fue la abstinencia total y beber cervezas sin alcohol. "De repente veía una de las normales y me hacía ojitos", relataba al recordar su historia.

Juan Carreño, en tanto, no ocultaba que consumía tragos. "Prefiero tomarme públicamente dos o tres whiskies que hacer como otros que se toman una botella en su casa", decía el atacante.

Alcohol y fútbol. Dos parientes cercanos que, así lo enseña la historia, logran un efecto tan explosivo como perjudicial.

Para ellos fue un drama

Garrincha. El mejor puntero de la historia del fútbol nunca pudo asumir el cambio de vida que provocó su éxito deportivo. Nacido en una favela, lo que ganó lo perdió en fiestas. Murió en la pobreza y por efecto acumulado de su alcoholismo.

George Best. El llamado "quinto Beatle" nunca renegó de su adicción. "En 1969 dejé el alcohol y las mujeres y fueron los peores 20 minutos de mi vida", dijo. Falleció en 2005 producto de una inflamación en riñones y pulmones.

Adriano. El astro brasileño fue figura en la final de la Copa América 2004 ante Argentina y recaló en Inter como gran precio. Su pecado reconocido es la ingesta inmoderada de alcohol, en especial cuando está en las playas de Río de Janeiro.

Diego Maradona. El zurdo ha reconocido públicamente sus adicciones: el fútbol, Boca Juniors, las sustancias psicoactivas y el alcohol. Ha estado más de una vez al borde de la muerte y tiene que estar con constante estado de observación.

Ariel Ortega. El "Burrito" ha caído al fondo de su adicción. Ha tenido oportunidades de recuperación, incluso se trató en una clínica chilena, pero no ha logrado despuntar. Newell's, y en especial River, le dieron opciones que no aprovechó.

Paul Gascoigne. "Gazza" parece no tener remedio. El ex jugador inglés suma intentos de suicidio y hace pocos meses intentó que le abrieran un bar a las nueve de la mañana desesperado por tomarse una cerveza.