Jóvenes y alcohol: Peligro en la ruta
CHILE "La elección de subirse borracho a un auto o bajarse a tiempo es de uno y de nadie más; Si decides subirte, no reclames después por las consecuencias". Quien así habla es Sebastían Demangel, un joven de 26 años que en 1998 casi muere después de un choque post carrete. Aquí relata cuánto esfuerzo le ha tomado recuperar una vida normal. Desde hace ocho años, la firma legal de Sebastián Demangel (26) es una equis: Sebastián tiene dificultades para firmar su nombre y, a pesar de que sus pensamientos y su vocabulario son normales, habla con tropiezos. En octubre de 1998, cuando era adolescente y volvía de un carrete, el auto en que viajaba chocó en la comuna de Vitacura. Los tres ocupantes del vehículo -Sebastián y dos amigos- iban en estado de ebriedad. Sebastián quedó con daños severos, pasó meses postrado y debió aprender a hablar y a caminar de nuevo. "Formábamos un grupo bien carretero de compañeros de colegio. Todavía recuerdo el bar en el que estuvimos antes de subir al auto. Esa noche habíamos tomado mucho, e incluso el copiloto tenía la ‘mamadera' -la piscola- en la mano. Yo iba atrás, sin cinturón de seguridad. El auto dio mal una curva y chocó violentamente contra un poste", cuenta Sebastián. De los tres pasajeros, él fue el más perjudicado, pues resultó con un TEC cerrado que lo tuvo en coma profundo durante tres semanas y media. Tras recibir los primeros auxilios, fue trasladado a Clínica Las Condes, donde permaneció dos meses. Al comienzo no podía moverse, ni mucho menos hablar. Sólo emitía sonidos incomprensibles. Aprendió a modular lentamente y, recién ocho meses después, pudo desplazarse con ayuda de un andador. Continuó su proceso de rehabilitación en el Instituto Teletón y luego debió someterse a sesiones de fonoaudiología, kinesiología, psicopedagogía e hipoterapia durante casi seis años. Tal como le ocurrió a Sebastián, son innumerables los casos de accidentes protagonizados por jóvenes bajo la influencia de las drogas o el alcohol en exceso. De hecho, se trata de la primera causa de muerte de menores de 33 años en Chile, según datos de la Comisión Nacional de Seguridad de Tránsito. Las últimas estadísticas indican que sólo en 2005 hubo 546 fallecidos de esa edad por dicha causa, 110 de los cuales tenían menos de 18 años. El doctor Patricio Burdiles, cirujano de Clínica Las Condes, recuerda innumerables tragedias que le ha tocado atender en el Servicio de Urgencia: como la de una chica de 16 años, cuyo pololo, de 17, se durmió mientras iba ebrio al volante, dejándola con cicatrices faciales profundas; o la de otro joven, que conducía bebido a exceso de velocidad, perdió el control del vehículo y, a consecuencia de ello, murió su polola y su mejor amigo quedó inválido. "Conducir exige alerta mental, visión y audición claras, y coordinación física de enorme precisión. Pero el abuso de alcohol y la marihuana, la cocaína, el éxtasis e incluso algunos medicamentos como, por ejemplo, los ansiolíticos, retardan las reacciones y disminuyen la claridad mental, el estado de alerta, la visión y la audición. Por ello, el volante en manos de un joven ebrio o drogado es lo mismo que un arma de fuego: conducir en esas condiciones es extremadamente peligroso, aunque los efectos del consumo sean casi imperceptibles", asegura el doctor Burdiles. Explica que muchos padres eluden su responsabilidad y la de sus hijos, atribuyendo la culpa del accidente al hecho de que el auto no era lo suficientemente "firme" o que todo fue producto de la mala suerte. "Los adultos les entregan a sus hijos las llaves del auto, el celular y la tarjeta del cajero automático sin considerar que estos son todavía adolescentes y que, por lo tanto, se ven presionados por sus pares a tomar alcohol inmoderado o a consumir drogas: la evidente disonancia entre la madurez verdadera de un joven y la seudo-autonomía que le entregan sus padres puede tener consecuencias trágicas", previene el doctor. El consumo de drogas está casi siempre asociado a la ingesta inmoderada de alcohol, y ambas conductas se están iniciando en Chile a edades cada vez más precoces. Según la Comisión Nacional de Control de Estupefacientes, CONACE, los chicos comienzan en octavo básico. "Con el alcohol parten entre los trece y los quince años; y de los doce a los dieciséis se inician con la marihuana", precisa el doctor Daniel Seijas, siquiatra de Clínica Las Condes especializado en adicciones. "Para prevenir, es importante que los padres comiencen a hablar sobre el tema entre los ocho a los doce años. También es relevante predicar con el ejemplo: no les pueden decir a sus hijos que no beban si ellos lo hacen sin moderación", observa el especialista. La recomendación del doctor Seijas es que, si se advierte que un hijo ha consumido alcohol o drogas, no alarmarse y, sobre todo, tratar de acogerlo. "Se debe tener una actitud de observación y de preocupación sin dramatismo. Si es la primera vez, lo más probable es que los hijos se abran y cuenten lo que les sucedió. De esta forma, se les da la oportunidad de aprender y de reparar". Frente a un segundo o un tercer episodio en el cual se verifiquen señales de consumo, es recomendable empezar a establecer límites y negociar acuerdos simples: que el joven se comprometa a no conducir si se ingiere alcohol, ni a subirse a un auto si el conductor está bebido. "Una discreta dificultad al hablar ya se considera borrachera y disminuye los reflejos; no es necesario que la persona se tambalee para estar ebrio", comenta el doctor Burdiles. También es relevante que el joven se comprometa a no pasar la noche lejos del control de los padres: "es preferible irlo a buscar que pasar el resto de la vida lamentando un accidente", reflexiona el doctor Seijas. Eventualmente, se aconseja restringir la plata y las salidas, e incluso pedir una consulta médica para evaluar la situación. "Es difícil decirle a un joven que no beba, porque el carrete es parte de esa etapa de la vida", reflexiona Sebastián Demangel. "Pero a la luz de mi experiencia, lo único que puedo decir es que hay que hacerlo con la conciencia clara de los riesgos: la elección de subirse borracho a un auto o bajarse a tiempo es de uno y de nadie más; si decides subirte, no reclames después por las consecuencias". Lo que dice la ley Menos de tres cervezas o una copa de vino pueden producir niveles de hasta 0,5 gr/litro, y entre 0,5 gr/litro y 1,0 gr/litro ya se considera bajo la influencia del alcohol, según la legislación chilena. Conducir en dicha condición es una falta que se sanciona según la gravedad de los daños o lesiones. con más de 1,0 gr/litro, se considera que el conductor está ebrio y que ha cometido un delito, con penas que, según la gravedad de los daños causados, pueden incluir reclusión, multas de 2 utm como mínimo, y suspensión de la licencia por lo menos un año. Con la colaboración del Dr. Patricio Burdiles P. y Dr. Daniel Seijas B. Servicio de Urgencia, Departamento de Psiquiatría FUENTE:
| Clínica Las Condes/Artículo de Interés http://www.clc.cl/ver_articulo.cgi?cod=1173720095 |
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