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Publicado por daniel 08/10/2010 23:49 / 0 Comentarios Ver nota completaEnviar nota a un Amigo

La vida después del alcohol

ESPAÑA

Los miembros del Grupo Mérida de Alcohólicos Anónimos cuentan su experiencia como terapia.

MI primer contacto con el alcohol lo tuve siendo muy joven. Prácticamente un niño. En las fiestas de Navidad, mis padres nos ponían a mis hermanos y a mí una copita de sidra. Lo normal. Yo tenía ocho o diez años. El recuerdo que tengo de esa experiencia es que ya me picaba, me gustaba esta experiencia y buscaba que mis padres se despistaran para que mis hermanos me sirvieran una copita más. Ya notaba yo ese chispeo, esa especie de euforia y me gustaba el efecto que me producía el alcohol. Vaya si me gustaba... No bebía por el placer que me producía el sabor de lo que tomaba. Lo hacía por el efecto que me causaba. Y a mí me gustaba ese efecto. Me desinhibía y, aparentemente, me permitía estar de igual a igual con los colegas, que en muchas ocasiones eran mayores que yo. Cuando bebía, también me costaba menos hablar con una chica o entrar en ciertos locales. Me valía como muleta, aunque esa muleta acaba por no funcionar con el tiempo».

 

Tantas experiencias en tan poco tiempo son las que vivió de joven O. P, un gallego de 40 años que en la actualidad vive en Mérida. Ahora es uno de los tres integrantes que forman el Grupo Mérida de Alcohólicos Anónimos, que ayer cumplió su primer año de vida.

 

O. P. quiere demostrar contento la historia de su enfermedad que, aunque es difícil, se puede salir de la adicción a la bebida. Que otra vida es posible lejos de los bares, las botellas y las borracheras. Y que Alcohólicos Anónimos es para él una terapia que le ha devuelto la ilusión por salir adelante.

 

Encontró su salida

«Hay muchas salidas y así yo he encontrado la mía. No es la panacea, pero he descubierto que me funciona. Cuando los primeros días llegaba al grupo con ojos vidriosos y con cara triste y sin vida, sabía que ayudar a otros era lo único que me podría mantener sobrio. He tenido etapas en las que he dejado de beber, pero cuando he vuelto, lo he retomado en más cantidad y de manera más compulsiva».

 

O. P. confiesa que cuando se empieza a beber «no puedes parar». Ese quizás sea uno de los síntomas más notables del alcoholismo, que la Organización Mundial de la Salud reconoce como una enfermedad progresiva, incurable y mortal.

 

Actuar sin cabeza y hacer cosas que no son normales también delata que algo no va del todo bien. «Gastas dinero que no tienes, mientes, faltas al trabajo, empiezas a justificarte con un montón de cosas, deterioras las relaciones personales y con la familia... Estropeas todo. Hasta el día que te das cuenta que tienes un problema y que necesitas ayuda. Es muy cierto que el alcoholismo puede llevarte hacia la destrucción total, la cárcel, al psiquiátrico o incluso conducirte hacia la muerte».

 

Los alcohólicos se pueden considerar alérgicos al alcohol. Por eso, la enfermedad es incurable. «Por mucho tiempo que una persona pase sin beber, si un día prueba una gota de alcohol, se dispara todo, se vuelve de nuevo al punto de partida. A mi madre, por ejemplo, no le hace ninguna gracia esta palabra. Pero a nosotros nos ayuda, porque es eso lo que nos mantiene en alerta para no volver de nuevo a caer.

 

Uno se autoengaña si cree que puede controlarlo. Ese es uno de los grandes errores de los alcohólicos, no admitir que tienen un problema. Por eso, el primer paso para curarse es reconocer que se está enfermo. Hay que tener muy claro que el alcoholismo no es un problema de vergüenza, sino de salud. Lo dicen quienes lo han padecido, como O.P.

 

«Comencé a beber de todo, los fines de semana, con mis colegas. Pero llegué también a beber solo. Me acuerdo que fue cuando falleció mi padre o cuando me dejó mi primera pareja. Recuerdo que cuando murió mi padre era incapaz de llorar, estaba frío, ausente y deseando que acabase todo. Al poco tiempo, en una de mis salidas en las que ya iba solo y buscaba bares donde no me conociera nadie, bebía para acercarme al cementerio y ser capaz de llorar ante su tumba. Notaba sentimientos que estaban tan reprimidos que solamente conseguiría aflorar cuando estaba bebido. Por eso llegué a la conclusión de que muchas veces bebía, simplemente, para sentir.

 

Me he gastado mucho dinero en la bebida. Incluso he llegado a gastar, en una noche, la mitad de mi sueldo, dinero que necesitaba para pañales o para pagar la luz al día siguiente. Era cuando venían los remordimientos y la sensación de culpabilidad. Pero en ese momento, bajo los efectos del alcohol, no me importaba incluso invitar a rondas a gente que no conocía de nada, sólo para que me hicieran compañía».

 

Fue hace ocho años cuando O. P. se dio cuenta que no estaba bien. Sufría temblinas, sudoraciones, taquicardias. Estaba apagado y tenía miedo a la vida. Fue cuando se dirigió a su médico. Allí le remitieron a un centro para que le ayudasen expertos en la materia. Estuvo unos siete meses, tiempo en el que se separó de la que era madre de su hija, la cual pidió estar con él. Esto le motivó para pedir su custodia. Por eso también se mantuvo sin beber. Una gota de alcohol podría arrebatarle lo que más quería. Y eso fue lo que le hizo darse cuenta de qué era lo que merecía la pena. Aunque muchas veces se preguntaba ¿cómo voy a vivir sin beber?

 

Momento decisivo

Y volvió a recaer de nuevo. A fallar. A flaquear. Ya bebía sólo, en casa, y solo su familia le ataba a la vida. Sobre todo su madre, que días antes de decidir de forma definitiva dejar de beber ella le dijo «No quiero verte nunca más de esta manera en mi casa». Eso le dolió y le llegó a lo más profundo. Fue el punto de inflexión para que O. P. decidiera dejar la bebida y comenzar una nueva vida.

 

Estudió COU y siempre quiso ser biólogo marino. Tenía grandes proyectos e ilusiones que se quedaron en el camino. Podía haberse quedado con la empresa de su padre, pero cuando comenzó a beber lo único que le interesaba era divertirse y gastar dinero, sin tener en cuenta las consecuencias para el futuro. Aunque dice que siempre tuvo el interés de vivir tranquilo, formar una familia y llegar a casa sabiendo que alguien le esperaba.

 

Hoy ya lleva siete años si probar una gota de alcohol. Hace tres que se ha casado y su mujer espera un hijo. Está consiguiendo todas las cosas que siempre había anhelado. Creía que con alcohol sería más fácil obtenerlas y no fue así. Ahora busca trabajo de pintor y si no lo encuentra tiene decidido establecerse como autónomo. Pero está feliz y se le nota.

 

Su compañero y amigo

Otro de sus compañeros de grupo, que ya se ha convertido en uno de sus mejores amigos, J. P., comenzó a tener sus primeros contactos con el alcohol a los 16 años. «En la pandilla con la que andaba siempre he querido ir con gente mayor que yo. Y con el paso del tiempo la manera de beber fue cambiando. Lo que al principio era tan sólo un puntillo, pasaron a ser auténticas borracheras».

 

Piloto. Eso es lo que J. P, hoy de 27 años y procedente del País Vasco, soñaba con ser de mayor, aunque dice haberse sentido siempre «un fracasado, todo lo he dejado a medias». Estudió F.P en electricidad, estuvo también en el ejército. Pero veía que así no ganaba dinero y se puso a trabajar.

 

De Bilbao pasó a vivir a Santander. Allí siguió bebiendo. No lo consideraba un problema. Fue cuando tuvo su primer contacto con Alcohólicos Anónimos, pero fue casi obligado. Sus padres tuvieron la iniciativa de que estableciera relaciones con este grupo. Estuvo cerca de un año, pero se cansó. No creía que le pudiesen ayudar y no se reconocía con la gente que había allí. Comenzó de nuevo a beber y su rebeldía se hacía patente también en conductas que rozaban la agresividad.

 

Como su compañero, también se llegó a gastar en un fin de semana alrededor de 3.000 euros. Sólo en beber. Y antes de venir a Extremadura vendió un terreno. Por él le dieron lo que ahora son unos 30.000 euros. Con eso se corrió unas juergas imposibles de describir.

 

Llegó a Extremadura, donde conoce a la que es hoy su compañera. Ella tampoco vio de pronto el problema que su novio tenía, hasta que él comenzó a tirarse los fines de semanas enteros fuera de casa y daba prioridad a irse a tomar unas cañas a estar con ella. Hasta ahí. Ni una salida más, ni una copa más. Fue cuando, de forma seria, se planteó lo de dejar de beber y se puso en contacto con Alrex. Fue entonces cuando conoció a O. P.

 

J. P. lleva poco sin beber. Tan sólo siete meses, para él un gran logro. Y dice que por el momento lo lleva bien, aunque de vez en cuando le pegan sus bajones. Ahora está en paro y le gustaría trabajar como electricista.

 

Lo conseguirá. Ha hecho cosas mucho más difíciles. Volver a vivir, por ejemplo.

 

FUENTE:
 Hoy.es

http://www.hoy.es/20090125/merida/vida-despues-alcohol-20090125.html

 


Publicado por Fisac 9:06 AM / 0 Comentarios Ver nota completaEnviar nota a un Amigo
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