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Publicado por daniel 16/10/2009 19:01 / 0 Comentarios Ver nota completaEnviar nota a un Amigo

Testimonios de Personas Cercanas

Testimonio de Alicia

Uno de los momentos más difíciles de mi vida fue cuando, durante la semana familiar en Monte Fénix, me di cuenta de que yo también estaba enferma!!!

 

Y de que mi enfermedad era muy parecida a la de mi hija, pues teníamos síntomas muy parecidos, tales como la obsesión, como cuando entraba en desesperación y angustia en esas noches en que no llegaba a casa y no me llamaba por teléfono. En esos momentos me imaginaba lo peor, que estaba embarrada en la calle, violada o quizá muerta, sentía que el corazón se me salía del pecho, y ya no podía pensar en otra cosa, ni siquiera escuchaba a las personas a mi alrededor. Comenzaba a marcar continuamente su celular, el cual estaba apagado o fuera de servicio, con lo que aumentaba más mi desesperación. Marcaba cuanto teléfono tenía de amigos y conocidos de mi hija, sin importarme la hora. Varias veces desperté a otros padres y les grite por su irresponsabilidad al no saber dónde estaba su hija, ni la mía. No entendía cómo podían confiar en su hija.

 

Esas noches no terminaban hasta que me subía al coche y empezaba a recorrer las calles en su búsqueda, misma que siempre fue infructuosa. Me calmaba hasta muy entrada la mañana del día siguiente o al mediodía, cuando ella aparecía en un estado lamentable y oliendo a alcohol. Le gritaba y la regañaba hasta que se iba a su recámara, pero el enojo se me bajaba en el instante en que la veía viva y caminando por sí misma.

 

Al día siguiente, me pedía perdón con su carita de perro atropellado y prometía que avisaría donde estaba y mantendría su celular con pila. Me ayudaba en algunas tareas, y yo empezaba a sentirme bien y la perdonaba, no sin antes darle un discurso bien elaborado, sobre el significado de ser madre y la responsabilidad de los hijos para con los padres.

 

Así se sucedieron incidentes casi cada fin de semana, durante varios meses, hasta que agotada, sin dormir, con dolores en las manos, espalda y estómago, tuve que aceptar lo que mi esposo, su padrastro, me decía: "Ella tiene problemas de alcohol y/o drogas". Sin estar completamente convencida llegamos a Monte Fénix, donde a los dos días se internó, después de una intervención entre su padre, desde Noruega, y mi esposo y yo.

 

Poco a poco fui reconstruyendo la historia. El divorcio de su padre noruego, hacía 15 años, había significado un gran enojo entre él y yo, así como una gran rivalidad que nos llevó a triangular con ella mensajes de ira, frustración, finanzas, etc., al dejar de comunicarnos él y yo.

 

El regreso a México, cuando ella tenía 9 años, me llevó a representar el papel de madre y padre y a asegurarme de que ese hombre tan frío y ausente, que tanto daño nos había causado, dejara de dañar a mi hija. Pronto fui la madre que trabaja de sol a sol y que después se desgastaba con el: "Cómete el brócoli, lávate los dientes, etc.", mientras que el padre, cada vez más distante, se convertía poco a poco, en el "más guapo, inteligente y simpático".

 

Al mismo tiempo ella fue desarrollando una gran habilidad para obtener de mi lo que quisiera. Me sentía como la peor madre, al no haberle dado un buen padre, al trabajar todo el día para afrontar los gastos, al no estar en casa cuando llegaba de la escuela, por estar cansada durante el fin de semana, por no tener otros hijos... etc. Todo me hacía sentir culpable!

 

Mi reacción fue darle gusto en todo, tratar de resolver sus problemas, hacer de su vida la más confortable y agradable posible, todo ello, a pesar de mi salud, finanzas y entendimiento. No podía con la culpa. Sin darme cuenta, ella crecía cada vez más distante, retraída y tímida, su único refugio eran los libros y los estudios. Como cumplía en la escuela con excelencia, no podía pedirle nada, sino al contrario trataba de darle más... cosas.

 

Al entrar en la Universidad su consumo fue creciendo exponencialmente, se me iba de las manos y no podía hacer nada, no tenía a quien recurrir. Así llegamos a Monte Fénix y entendí como mi actitud de sobreprotección le había resultado en una baja autoestima, sensación de no pertenecer, sentirse sin valía, inútil y con una vida sin sentido. El alcohol fue su gran compañero, permitiéndole sobrevivir esos años!

 

Hoy comprendo que la adicción es una enfermedad, y que todos esos incidentes de pesadilla que vivimos durante la actividad de mi hija fueron el producto de esa enfermedad. Que detrás de la enfermedad, está MI HIJA, un ser de luz, maravilloso, al que estoy aprendiendo a amar en forma sana, con límites, valores, respeto, confianza y sobre todo con dignidad.

Gracias, Alicia

 

FUENTE:
  Monte Fénix/Testimonios http://www.montefenix.com.mx/testimoniospersonascercanasitem5.html
     

Publicado por Fisac 9:06 AM / 0 Comentarios Ver nota completaEnviar nota a un Amigo
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