Página de Inicio E-Mail
Contenido sindicado

Buscador:
 
 
 
Usuario: Password:
Recordar Contraseña|Registrarse >>


Publicado por daniel 08/08/2008 05:33 / 0 Comentarios Ver nota completaEnviar nota a un Amigo

Tuzadero

MEXICO

Buen sabadito tengan todos y todas que acuden puntualísimos a la cita semanal. Esta ocasión compartiremos con don Jorge sus vivencias a lo largo de 20 años, quien aprendió que uno es el arquitecto de su propio destino.

 

Y es que a según nos hizo saber don Jorge, fue un deportista muy bueno, alegre; su gusto por la música le hacía ir a cuanta fiesta lo invitaban "sabía que la cosa se pondría buena con un par de copas y unas guapas chicas, muy jaladoras, situación que me hizo perder el interés por el estudio, así es que a la mitad de la carrera, pidiéndoles perdón a mis padres por no seguir, me puse a trabajar.

 

Ellos aceptaron mi voluntad, con la decepción de no sentirse capaces de imponerse y hacer ver que uno de hijo se está equivocando. Confiaron en mi palabra, en que no seguiría tomando y en que me propondría a ser un hombre de bien.

 

Lamentablemente eso no pudo ser porque el alcohol me fue atrapando poco a poco y en cuanto tenía enfrentamientos con mis padres, siempre eran promesas que sabía no iba cumplir, pues quién mejor que yo que me sentía dominado por ese amo y señor que regía todos mis sentidos y me hacía actuar cada vez de manera más ridícula.

 

El fallecimiento de mi padre me dolió hasta los huesos y fue un pretexto más para seguir tomando. Así es que mi madre siguió prendida en mi calvario, implorándome que dejara de beber.

 

Si yo no me quería a mí mismo, ¿como podría dar amor cuando yo no lo tenía?

 

Decidí formar mi propio hogar y así me vi felizmente casado ante la alegría de mi madre y mis seres queridos que esperaban un milagro, aunque yo sabía que no iba a ocurrir en tanto yo no pusiera de mi parte.

 

Viví una década entre la lucha con mi familia y el alcohol, donde siempre ganaba este último, dejando cada vez más dañada a mi esposa y mis dos hijos, que veían con tristeza que nunca dejaría "la botella".

 

Y así fue, no tuve voluntad de echar marcha atrás, pese a que me encontré con compadres, amigos y hasta conocidos que, pidiendo dispensas por meterse en mi vida, me aconsejaban alejarme de esa enfermedad que para muchos es simplemente un vicio que acaba al ser humano.

 

Pero no, yo en el fondo sentía que si mi voluntad me permitiera alejarme del vino, lo lograría y aunque me hacía promesas, en cuanto percibía el olor o veía las botellas, caía fielmente a paladear el exquisito sabor del vino.

 

Mi esposa, desesperada porque conmigo no había un mañana distinto, acabó por separarse de mi lado llevándose a mis hijos a otra ciudad. Años más tarde murió mi madre y los lazos familiares se resquebrajaron, cada quién empezó a vivir su vida y yo me encontré de pronto solo, ya no tenía padres, ni esposa ni hijos, mis hermanos y hermanas y sus respectivas familias se habían distanciado y yo sintiéndome el peor de los humanos, en lugar de intentar un cambio seguí hundiéndome en el alcohol.

 

Empecé a ser asiduo huésped del hospital, donde las manos caritativas de mis vecinos me hacían llegar cuando veían mis crisis. Ahí me sentía todavía peor, pues los médicos, lejos de aliviar mis males, me atacaban moralmente diciéndome que ocupaba un lugar que para otra persona era más importante y todo por mi alcoholismo, entre otras frases que se encajaban como finas agujas en mi mente y que traspasaban filosamente los recuerdos de toda mi vida.

 

Un milagro y mi fuerza de voluntad hizo que a mis casi sesenta años, recuperara yo mi lucidez y me enfrentara a la realidad, quise recuperar el tiempo pasado; pero qué lejos estaba ese deseo.

 

"Sentía que si mi voluntad me permitiera alejarme del vino, lo lograría, y aunque me hacía promesas... caía nuevamente".

 

Así es que ahora, nuevamente solo pero con un poco de sobriedad, sigo por la vida y me veo reflejado en mis semejantes que veo deambular por la calle o dormirse en cualquier lugar, mientras miles de ojos se posan en el despojo humano en que nos convertimos gracias a que no tenemos la fuerza de voluntad para dejar de "empinar el codo".

 

Tal vez sean pocos los años que me quedan de vida, pues mi organismo está severamente dañado, pero ojalá mi experiencia sirva a quienes cada sábado leen esta columna...

 

Pues esperemos que así sea y no dejen de reportarse al teléfono 73-2-43-50 o al tuzadero@yahoo.com.mx.

 

 

FUENTE: 
Correo/Estado/Tuzadero

http://www.correo-gto.com.mx/notas.asp?id=77745

 

 


Publicado por Fisac 9:06 AM / 0 Comentarios Ver nota completaEnviar nota a un Amigo
Comentarios:
Comparte con nosotros tus inquietudes Email

 
 




Siguenos a través de:

Calendario de
Artículos Publicados




 
 
Av. Ejército Nacional No. 579, 6º Piso, Col. Granada, Delegación Miguel Hidalgo, C.P. 11520, México, D. F.
Teléfonos: 5545-6388, 5545-7027, 5545-7216 y 5545-9981

Aviso Legal   |   Legal Disclaimer
 
  Derechos reservados © 2006 Fundación de Investigaciones Sociales, A.C.