URUGUAY

Es una muy buena noticia que la Junta Nacional de Drogas inicie ahora una intensa campaña contra el consumo abusivo de alcohol, con énfasis en la prevención de la instauración del negativo hábito entre los más jóvenes. Pero un efectivo avance requerirá muy especialmente el decidido apoyo de una población que hasta ahora no ha actuado decisivamente en esta materia. Las inspecciones sirven, pero la presión de la sociedad es imprescindible para lograr resultados mejores y más rápidos.

Una nota destacada ayer por Últimas Noticias anuncia el comienzo de una campaña implacable de la Junta Nacional de Drogas contra el consumo excesivo de alcohol, con especial énfasis en el combate a la prematura adquisición de este hábito de consumo por parte de menores de edad. Según se desprende de la información, existe entre las autoridades de la JND una visión muy negativa del panorama actual respecto de la prohibición de suministrar bebidas alcohólicas a los menores de 18 años. Y el coexistente propósito de revertir esta situación en el marco de un esfuerzo inspectivo que se desarrollará en todo el país. Cabe saludar este esfuerzo y advertir que la desafiante empresa exige también el compromiso de toda la población.

Según datos estadísticos recientes, casi siete de cada diez jóvenes -más bien se podría decir niños- uruguayos de 13 años han probado bebidas alcohólicas, mientras que al final del ciclo básico -16 años- solamente uno de cada veinte declara no haber consumido nunca alcohol. Las cifras son prácticamente idénticas en los dos sexos y en Montevideo y el interior del país, presentando un cuadro que es claramente propicio a la prematura adquisición de un hábito, que en exceso, puede ser agresivo para la salud, promotor de accidentes y de episodios de violencia y capaz de destruir la vida y la familia de quienes no son capaces de poner límites a una adicción degradante.

No es necesaria una investigación demasiado exhaustiva para coincidir con las autoridades de la JND en cuanto a su valoración negativa sobre la aplicación de las normas nacionales en torno a la venta de bebidas alcohólicas a menores de 18 años. Es evidente que no existe entre nosotros el nivel de convicción que convierte esta práctica en una suerte de tabú en algunos países, particularmente en el hemisferio norte. Donde, por otra parte, cualquier comerciante sorprendido en una infracción deberá enfrentar cuantiosas multas y hasta la pérdida definitiva de la licencia para vender alcohol. Tal cosa resulta en que sea perfectamente habitual solicitarle documentos a cualquier consumidor cuya apariencia no descarte haber superado la mayoría de edad. Estas disposiciones concitan una adhesión social muy importante y su violación puede significar problemas muy espinosos para un vendedor sin escrúpulos, o hasta para un particular que le suministre alcohol a un menor de edad.

No ocurre lo mismo entre nosotros, y quizá la diferencia más importante esté en la actitud de la sociedad, que en esta materia aparece como más permisiva. En Uruguay, la inspección de los comercios ha estado a cargo del Inau, pero en la nueva instancia se anuncia la participación de equipos interinstitucionales con instrucciones de actuar con particular severidad. En especial, se señala que algunos obstáculos para el ingreso a centros nocturnos que decían haber sido arrendados para "fiestas privadas" serán superados en próximas inspecciones mediante una coordinación con el municipio, mientras que las autoridades de la JND hasta consideran la posibilidad de incorporar a las comisiones interinstitucionales de vigilancia inspectores del BPS y la DGI, para que practiquen un minucioso análisis de las obligaciones laborales e impositivas de quienes sean descubiertos vendiendo alcohol a menores.

También aparece como oportuna otra de las medidas anunciadas para el combate de la adicción prematura al consumo inmoderado de bebidas con alcohol, en tanto el secretario general de la JND, Milton Romani, anunció contactos con los centros de enseñanza a fin de que los mismos colaboren con la campaña, tanto detectando posibles infracciones como con su apoyo educativo al combate.

En un orden más general, se anuncia asimismo un proyecto de ley con el propósito de restringir la publicidad de las bebidas alcohólicas. En especial, se señala el propósito de evitar que la publicidad del alcohol pueda ocupar espacios centrales en la televisión, o presentarse en espacios dedicados al público joven. A semejanza de lo ocurrido con el cigarrillo, se piensa también en menciones de advertencia en los envases, instando al consumo responsable.

Se trata, en fin, de un conjunto de medidas centrado en evitar la adicción prematura de los jóvenes a una práctica social que resulta particularmente onerosa en materia de salud, expresiones de violencia, ausentismo laboral y pérdida de las referencias que construyen una vida de provecho. Medidas que necesitan de un amplio respaldo de la sociedad -como el que tienen en otros países disposiciones similares- para ofrecer mejores resultados.

Es bueno que se practiquen inspecciones. Pero es una firme actitud social la que efectivamente puede cambiar un rumbo que por el momento no es el que debería. Las cifras que señalamos más arriba confirman que la gran mayoría de los jóvenes uruguayos tiene el alcohol a su alcance y en temprana edad ha experimentado sus efectos. Este es el potencial arranque de un hábito muy negativo, tanto en la perspectiva individual como para los intereses de toda la sociedad. Otras sociedades han conseguido ponerle coto al consumo de alcohol por menores, y con un amplio respaldo público, tal cosa también es posible entre nosotros.